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Juan Rubio en Jaén

Febrero/2013
El periodista y sacerdote presenta en el Colegio Maristas su libro Hubo una vez un Concilio
A los jóvenes va dirigido su libro y ellos, precisamente, fueron su público. El sacerdote y periodista Juan Rubio presentó en Jaén, en el Colegio Maristas, Hubo una vez un Concilio. Carta a un joven sobre el Vaticano II. Y lo hizo con el mismo espíritu con el que lo escribió, dar a conocer a las generaciones más jóvenes qué significó la ?primavera conciliar? de la forma más didáctica y amena.

Cargados con sus cuadernos y bolígrafos, los alumnos de Maristas llenaron gran parte de las butacas del salón de actos de su colegio para tomar apuntes sobre el Concilio Vaticano II. En Italia, muchos de su edad, tal y como recoge Juan Rubio, piensan que este es el ?Cónclave que eligió como papa a Juan XXIII?. 

Este error nace del desconocimiento de las generaciones más jóvenes. Subsanar esta ignorancia fue el motor que propulsó al jiennense a escribir Hubo una vez un Concilio. Y tal y como lo hace en sus páginas, directamente, de tú a tú, en lenguaje sencillo, contó a sus paisanos qué fue y qué significó el Vaticano II, justo después de la celebración de su cincuenta aniversario. Y lo hizo porque «este ciudadano del mundo con raíces en Jaén es la viva estampa de la ciudadanía comprometida», tal y como lo definió Juan Espejo, director de Diario Jaén, en su presentación. «Una de esas personas a las que uno se rinde por lo que hacen y por cómo lo hacen», afirmó.

Entre anécdotas e historietas, los alumnos se fueron a casa con apuntes, pero sin la sensación de haber estado «en clase» y con unas cuantas ideas muy claras de lo que Juan Rubio vino a contarles desde Madrid «en tren», ese que al pasar guerra de su historia, devastada, que se preguntaba dónde estaba Dios e, incluso, si existía. «Juan XXIII, un papa viejo, gordito, que hablaba de una forma muy graciosa, se le ocurrió convocar un Concilio», contó Juan Rubio. «Y los obispos que se fueron con una muda en la maleta estuvieron cuatro años en Roma. Y la conclusión fue que la Iglesia no podía ponerse con el dedo a decir lo que teníamos que hacer. La Iglesia dejó de ser maestra, para ser samaritana, estar al lado del hombre que sufre», dijo. «Dejamos de ser príncipes para ser pastores», añadió. «Y la Iglesia, entonces, después de abrir las ventanas y dejar ventilar, comenzó a caminar en esta primavera». Y como buenos alumnos, en plena reflexión de todo lo que escucharon, preguntaron sus dudas a Juan Rubio.

Carlos: Si la Iglesia, según ha dicho, debe centrarse en lo importante y dejarse de peleas bizantinas, ¿por qué se debaten temas como el matrimonio homosexual en vez de ayudar a los niños que mueren en África de hambre?

«Llevas razón la Iglesia es, a veces, más maestra que madre y debemos pedir perdón, pero la Iglesia lo que debe hacer es estar con los que sufren, el sufrimiento de aquellos que tienen hambre y también aquellos que sufren porque no se les entiende. El sufrimiento es el mismo».

Alba: ¿Cree que crear una Iglesia renovada está en manos de adolescentes como nosotros?

«Solamente depende de que los jóvenes y los viejos nos abramos a Dios. El problema de la Iglesia está dentro y no fuera. Un joven comprometido puede renovar los vicios de un soplo a los mayores pero también el sano consejo de los mayores puede acabar con la imperfección del joven».

José Miguel (seminarista): ¿Qué hizo el Concilio Vaticano ante la crisis de vocaciones, que han disminuido en los últimos 50 años?
«La crisis vocacional no es de la Iglesia, si no de la vieja Europa, producto de la crisis antropológica. En América, Asia y África no hay. Yo la llamo crisis vocacional europea. Si el vaso está roto verterá el agua que se le eche, por eso, habrá que arreglar antes el vaso».





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