El Resucitado es aquel que acontece más allá de nuestro deseo por contenerlo o abarcarlo. Las aparaciones son revelaciones del propio Jesús inserto ya en el ser mismo de Dios. Acontece, sucede, pasa... más allá de nuestros esfuerzos por merecerlo. No es nuestra bondad, ni los méritos de nuestras manos, la condición de posibilidad de su real acontecer. Él se da porque sí, de modo gratuito, sin determinadas condiciones de contrato, más allá de proyectos y previsiones humanas: "Sin esperar a más, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once apóstoles y a los que estaban con ellos. Estos les dijeron: ´Verdaderamente ha resucitado el Seño y se ha aparecido a Simón´" (Lc 24,33-34).
Hablar hoy de la resurrección supone detrás atrás un cristianismo moderno y prometeico para abrirse a una nueva forma de cristianismo "posmoderno" que acaso pueda ser sensible a la lógica del don y del exceso (...) Por esta razón, el cristianismo podría encontrar aquí un punto de unión con la lógica posmoderna y anunciar que, efectivamente, no es el hacer el que funda la realidad, sino el "dejarse hacer" el que nos abre horizontes de vida. En Jesús resucitado hemos aprendido a abandonarnos, más allá de nuestras fuerzas, en los brazos de un Dios con rostro de Padre; un Dios que es siempre silencio otorgado... desde la lógica del exceso y el don.
(J. SERAFÍN BÉJAR. ¿Cómo hablar hoy de la resurrección? 87-88)
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