SINOPSIS
Todas las personas, por el mero hecho de serlo, son tierra sagrada. Abusar de una persona, sea cual sea la forma de abuso que sufra, es atentar contra su dignidad y su sacralidad.
Poner nombre a abusos hasta ahora innombrados es ayudar a las víctimas. Para escuchar es necesario que todas las víctimas puedan hablar, que se sepan escuchadas y creídas.