La educación de la interioridad no es, en
ningún caso, un lujo, ni una cuestión menor. Tiene como objetivo final el
cuidado de sí (…) [y para ello] desarrollar
todas las potencias latentes en el ser humano (su memoria, su imaginación, su
voluntad, su inteligencia, su emotividad), pero, también, el fondo último de su
ser, la espiritualidad, admitiendo que esta puede adquirir formas, expresiones
y modalidades muy distintas en virtud de los contextos educativos y de los
momentos históricos.
En el modelo
de la interioridad habitada, se reconocen, pues, dos magisterios: el ejercicio
del maestro humano que habla y actúa desde fuera y el del Maestro interior que
habita en los adentros.
EDICIONES KHAF
Xaudaró 25, 28034
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